sábado, 21 de marzo de 2009

James Dean lo logró


James Byron Dean dejó o mejor, esparció su huella, tal vez el talento, pero sobre todo sus rúbeos sesos sobre el salpicadero de su flamante buga spyder 550, en el año 1955 de nuestra era.

Quizás nunca lo supo o si, pero por este hecho pasó a ser leyenda viva y despanzurrada de la meca y el meco que se llevó, del cine de todos los tiempos. Cobarde o no llevó hasta sus últimas consecuencias con el método aprendido en el Actor´s Studio de N.Y, su ficción demasiado real de ser maltratado, castigado y rebelde… pero de la necia causa que nos representó finalmente, sin guión, sin maquillajes, a lomos del relámpago de hierro que era su spyder 550… despanzurrado.

Sus familiares, amigos, conocidos y allegados le recuerdan con una mueca trágica y piden un padrenuestro por su desdichada alma… y una reflexión: Dean nunc a halló su edén, y… ¿necesitamos de mitos que se dejen su alma en el salpicadero? ¿Somos todos un Dean sin llegar a serlo, con ansias de probar la muerte? ¿y de que sirve dejarte la locura en la cuneta cuando aún no hemos celebrado la victoria sobres los cuerdos?

¿Debemos darle la razón a ese funcionario con disfunción, aburrido y triste, cuerdo de su verdad con ínfulas de emperador estulto; al político apopléjico que se inventa prohibiciones prohibitivas a la vida, el juez apenado que ejecuta penas imposibles y el verdugo del mendrugo duro como piedra que olvida la poesía bajo su hacha?

No, no quiero ser James Dean y sí, por ejemplo, Marlon Brando. Vida plena, como su calva obesa, con su último deseo en marcha sobre un tranvía en París, aunque hubiera apadrinado tangos y monstruos al final de sus apocalipsis. No quiero ser un Dean cualquiera porque sólo hubo uno… y demasiados.

Que la locura, ésa de poemas y girondos, nos salve de nuestros monstruos cotidianos, sólo pedimos.

1 comentario:

Jesús dijo...

Y sólo pedimos eso. Amén.

Y que no tengamos que ir a buscarlo y reconocer el cuerpo, porque no sería capaz.

Ánimo.