lunes, 18 de enero de 2010

Kundera´s blues

Adoraba hacer el amor con la luz encendida.

Quizás se conocieron en la terraza de algún bar. La luz era imponente, la brisa mortal y la gente rodeándolos no existían. Fue una breve mirada, necesaria para mostrar a ambos. Duró una milésima, un parpadeo. Luego existió la noche.

Adoraba hacer el amor con la luz encendida, le había dicho. Porque la luz los cegaría, arderían como el sexo penetrándolos. En la mesilla de luz de ella, estaba La insoportable levedad del ser a la mitad. La otra mitad, elevar su leve peso, la completaría yo, esa misma noche.

Afuera no hacia viento ni frío ni lluvia, se respiraba quietud, como si la tormenta estuviera cociéndose entre la distancia mínima de seguridad de dos cuerpos que estaban a punto de ensamblarse. No había alcohol, no había humo, no había dolor.
Había dos cuerpos, Temptation de Waits sonando, una luz vertebradora y deseo.

Nos fuimos quitando la piel, debajo de ella no había nada más que sexo. Su cara se tornó en una máscara que se retuerce grotesca, sus ojos antes azules, eran ahora amarillos ardientes como la luz que nos mataba, que nos amaba; su vientre se hinchaba una y otra vez, como una montaña que se eleva y desaparece, eleva y desaparece. Sus manos, a las que yo había aprisionado, intentaban escaparse inútilmente de su cautiverio y sus caderas y piernas, buscaban el orden del equilibrio, dibujado en mitad de la sombra en el espacio trazado de una danza mortecina.

Sus gemidos eran de animal herido, dijo algo en francés, su pelo rubio se confundió en mi espalda, subió a la última nube de la montaña rusa, sus ojos explotaron y luego el vacío.

Adoraba hacer el amor con la luz encendida para saber que existía en la noche, porque era su estado habitual. Ahora sí había dolor. Aparecieron de repente las lágrimas antes insólitas, el bourbon y el humo asfixiante de la nada.

Me fui sin desnudarme. Vestido sin romanticismos. Ella jamás dijo nada. Waits y Kundera ardieron sin remedio aquella noche… una vez más. Duró una milésima, un parpadeo. Luego en mitad de su amada luz… existió la noche.

5 comentarios:

Sabina dijo...

Wow, wow, wow… eres buenísimo. Primeramente al encontrarme con tu blog y al leer en el titulo “kundera” pensé: bien, veamos. Quede atrapada entre imágenes mentales sutiles, fuertes y concisas. Por cierto, la insoportable levedad del ser de Milán kundera es mi libro favorito. Excelente. conciderame como una seguidora mas.

Matador dijo...

Pues muchas gracias, Sabina. Espero haber pasado la prueba. La insoportable levedad... el blues, la soledad, Waits y las mujeres tienen la culpa de esta humilde entrada.

Nos seguimos leyendo.

Sabina dijo...

jajajajajaaa pues... Ups, por algo soy sabina, si recordaras el libro de kundera sabras por que. bien, que tengas lindo dia.

Sabina dijo...

jajajaaaa, bien... creo que soy algo camaleonica y mumamente voluble y rara vez estoy conforme con algo..

Sabina dijo...

JAJAJAJJAAJJAJAA acavo de notar qe cambie de foto. pero bien gracias.