miércoles, 11 de noviembre de 2009

Viva la vida!

Tenían ojos de salvaje inocencia. Una belleza extraña, insólita, imperecedera, en mitad de la oscuridad: juventud. Eran intocables, como sirenas sin mástiles, pero con sal impregnadas. Provocaban una desesperación aullada entre los pobres marineros contemplativos de sus nieblas. Vestían sin ropas helénicas pero el deseo siempre las envolvían.
La modernidad las arrullaba, bajo sus pintalabios russian red, sus tacones infinitos de baladas por descubrir, sus ojos coldplay preparados para amar o perder. No concederían amor tan fácilmente, antes morderían que plegarse a la mortalidad.

Estas diosas noctívagas esquivas como una brizna de lluvia en mitad del océano, no desvelaban sus sorpresas tan fácilmente, porque el día las volvería mortales, y el hechizo moriría.

En noches de vinos y rosa, como aquellas, nadie nunca pudo escribir los versos más tristes, sólo pedirles a la noche una porción inmortal de belleza infinita, inocente y de vida.

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