sábado, 11 de julio de 2009

Hacer cine callado: Kaurismäki



He descubierto al fin a Kaurismäki. O parte de él (la trilogía del perdedor o de los proletarios). Gracias a unos amigos atentos y a un cumpleaños que intentaba recuperar la infancia abandonada. El cine de Aki Kaurismäki no es de recuperación de lo perdido ni tan siquiera de redención pero sí existe la insatisfacción de algo que ya no está. Y que no va a volver.

El buen director finlandés hace un cine cercano a la mudez.
Sus personajes siempre van a decir lo mínimo exigido y muchas veces rozan la incomodidad. En sus caras y sus gestos está todo dicho.
Es un cine, en mi opinión, mal llamado social, aunque recoge los ambientes alienantes donde las máquinas han sustituido el corazón humano, que además en ciudades finlandesas como Helsinki es muy frío. Pero no existe el tópico de la frialdad puesto que éste se nos presenta como real. Tampoco sus personajes van a revolverse frente a su realidad laboral. No les interesa morder esa mano de arriba en una vida de eterna crisis. Aunque sí cometan de cuando en cuando transgresiones. Grandes y pequeñas.

Un inciso; el silencio, la parsimonia en el cine no ha tenido nunca, diría yo, gran reconocimiento a nivel de público (sobre todo), pero aquellos que lo critican no ven que es, a veces, un personaje más en la trama tan necesario y protagonista que sin él, perderíamos la esencia de la obra en sí. Y no podríamos descifrar todos los signos y símbolos de ella.

Las historias son siempre presentadas con distanciamiento, ambiente opresivo y ruidoso, ruinas en la ciudad-pesadilla que trasciende no sólo a lo físico sino que son también mentales. La fotografía está huera y desmembrada, hiere y no evita la desolación en ningún momento. La música (y a veces la literatura consumida) es la vía de escape al triste hastío. Blues, rock de los 50 y 60 ó música popular, son los resquisicios a otra puerta onírica que pueda ser abierta. La música siempre está ahí, aunque parezca invisible y no sentida por sus frígidos seres que la integran.

No es un cine para elitistas, estetas, barroquistas o intolerantes con el feísmo pretendidamente realista. Tampoco es recomendable ver este cine en época de crisis, o quizás sí: para ser conscientes del derrumbe, del abismo ético al que nos enfrentamos a diario y despertar.
Es un cine para los que se vean reflejados en la miseria y no se atemoricen de que les den la bofetada y les escupan a la cara.

El cine de Kaurismäki es una esponja vieja y usada. Te limpias con ella pero sus ásperos poros que son su visión cinematográfica del mundo, te hacen daño en la piel y tus sentidos. Dejan una huella indeleble y por consiguiente debe hacernos reaccionar.

Un cine para dejar de tragar el humo de tabaco que consumen obsesivamente sus extraños y castigados seres semimudos, para quitarse las legañas, las telarañas desnudas y reflexionar, volver sobre unos pasos e intentar seguir caminando, pese a ser un cine, a veces, pesimista, pero también a veces posibilista.

Cinefilia en todos los sentidos.

lunes, 6 de julio de 2009

Disquisiciones grises de un sparring en torno a un MP4




Y me sacude un derechazo en toda la cara, mientras oigo a Celine Dion cantando eso de All by myself. Regreso a la realidad, no tiré la toalla, me devuelve una sonrisa de campeonato Bohemian Rapsody. Pero finalmente me desplomo contra la lona mientras surgen acordes de derrota desde la garganta de Gilbert O'Sullivan y su Alone again, (naturally).
K.O en el primer asalto.